Por Mª Nieves Martínez-Hidalgo
En la actualidad, los problemas de salud mental son una fuente de preocupación para todos los estados tanto por su alta prevalencia en población infanto-juvenil (20%), como por las graves consecuencias del estigma asociado.
Es importante resaltar que una de las principales barreras para la búsqueda de ayuda profesional es el estigma. La ausencia de diagnóstico clínico y tratamiento en población infanto-juvenil, conlleva serias consecuencias como agravamiento de los síntomas, abandono y fracaso escolar y altas tasas de suicidio, entre otras. Además, la OMS (2013) prevé que para el año 2020 la prevalencia de los problemas de salud mental aumentará en niños y adolescentes hasta un 50% y será la primera causa de discapacidad entre los jóvenes.
Hay que tener en cuenta que casi la mitad de los problemas de salud mental debutan antes de los 14 años; también que, actualmente, sólo la depresión es la enfermedad que más contribuye a la carga mundial de morbilidad entre los jóvenes de 15 a 19 años de edad (OMS, 2013); y un informe recientemente publicado por la OMS (2017) afirma que entre las principales causas de muerte evitables, están los accidentes de tráfico, las infecciones respiratorias y los suicidios (67.149 adolescentes en 2015). Las estadísticas según sexo indican que el suicidio en chicas es la segunda causa de muerte en todo el mundo y la quinta en chicos. Según este mismo informe, la mayoría de estas muertes se podrían prevenir con la mejora de la educación en salud mental, de los servicios de salud y de atención social.
En España, el suicidio es la primera causa de muerte por factores externos y las cifras se han multiplicado en los últimos años.
La prevención del suicidio pasa por la educación en salud mental y ésta debe iniciarse desde educación infantil como una asignatura más del currículo escolar, al nivel de la educación física, el inglés o las matemáticas. Cabe preguntarse, de qué sirven los títulos universitarios, los exigentes “Dobles Grados”, si no estamos preparados para vivir de forma saludable.
Sin embargo, si lo importante para padres, políticos, empresarios y educadores es el individualismo y la competitividad, de nada servirá plan de prevención del suicidio alguno, vamos abocados a la frustración, a la enfermedad mental y física, a la violencia intra e interpersonal.
Siento no ser más optimista, pero no creo en programas pioneros cuando fallan los valores y las bases en las que sustentamos el desarrollo social.
¿Qué podemos esperar de las actitudes extremadamente competitivas, consumistas y narcisistas que prevalecen en la sociedad actual?
Fracaso, soledad, ostracismo, alienación, violencia, autolesiones, suicidios y parasuicidios…
La esperanza la mantengo y me comprometo a seguir luchando con todos los que se han subido a esta nave de locos que es la Fundación, en la que vamos trabajando de forma voluntaria, viajando de puerto en puerto, con nuestros programas antiestigma de sensibilización y educación en salud mental.
Ojala, las Consejerías de Sanidad y de Educación aúnen fuerzas y se comprometan a incluir una asignatura sobre educación en salud mental en los planes de estudio de niños y mayores. Quizás, ese sea el mejor Plan de Prevención del Suicidio, ya que, desde niños, se aprendería a hablar con naturalidad de las cosas que nos preocupan, a no tener vergüenza o miedo a ser etiquetados como raros o diferentes por tener una condición de diversidad en salud mental, a no acosar, ni discriminar, ni excluir a los compañeros por prejuicios o por no ser afín a las normas del grupo. Aprenderíamos y asimilaríamos con humildad la debilidad de la condición humana y que todos, en algún momento de nuestra vida, necesitaremos ir al psicólogo, al igual que visitamos al dentista. Aprenderíamos que pedir ayuda a los amigos es un síntoma de inteligencia y no de inmadurez o debilidad y que si, en ese preciso instante, estamos pensando en el suicidio, en que el dolor nos supera y no vemos un futuro esperanzador, podemos llamar a un compañero, hablar con él, explicarle lo que nos sucede y encontrar algún tipo de solución que alivie la tensión del momento. A veces, sólo poder expresar y compartir con otro ser humano la idea o la urgencia de querer desaparecer, relaja y hace que un rayo de luz ilumine alguna zona de nuestro cerebro que nos lleva a la disminución de ese impulso que parecía irrefrenable.
Los suicidios se pueden prevenir cuidando la salud mental, aprendiendo recursos y herramientas que nos procuren hábitos de vida saludable, relaciones sociales asertivas, realización y emprendimiento de actividades constructivas y, mejor, si es desde la cooperación, desde un plano de horizontalidad, sin competitividad, respetando las necesidades y los tiempos de cada uno, las características de personalidad, la vocación y el propósito vital.