Por Tomás Piñero, voluntario y activista, monitor del programa educativo SOYCOMOTÚ
Nuestro cerebro está diseñado para estar ocupado en tareas, sentimos placer al poner a prueba nuestras habilidades y alcanzamos un nivel de rendimiento óptimo con una dificultad adecuada. Nos sentimos competentes cuando atribuimos el éxito a nuestro esfuerzo. Buscamos ocuparnos en algo para evitar el aburrimiento, gracias a él surge la creatividad.
Como seres sociales, que nos necesitamos los unos a los otros, hemos creado una sociedad conectada, en la que cada uno cumple su función para los demás, así surgen las profesiones. Por tanto, el trabajo es parte de la experiencia humana por dos motivos, primero porque necesitamos vivir conectados a los demás y segundo, para gastar la energía que poseemos. Cuando pasamos tiempo en tareas no productivas para la sociedad lo llamamos hobby o pasatiempo.
¿Qué tan importante es el trabajo en la vida de una persona?
El trabajo nos dota de una identidad social, las personas nos conocen porque somos visibles para ellos a través de nuestra ocupación laboral y nos sirve para desarrollar una función útil para los demás más allá de las relaciones familiares. Además, el trabajo nos puede ayudar a satisfacer otras necesidades humanas como la independencia económica o el sentimiento de pertenencia a un grupo.
Ahora bien, existen estereotipos hacia las personas que no trabajan y que pueden ser tachadas como incompetentes o vagas, o que se aprovechan y viven del trabajo de los demás. Estas clasificaciones simplistas y, a veces, crueles, nos alejan de las personas y nos llevan a crear barreras en muchas ocasiones difíciles de salvar. Nos educan para trabajar, porque eso es lo que conviene a la sociedad, y esta educación excluye a las personas que no lo hacen, otorgándoles el prejuicio de baja competencia, el cerebro usa estos atajos para evitar usar recursos.
Mi experiencia, teniendo un problema de salud mental que me ha impedido trabajar durante mucho tiempo, ha sido dura, ya que he sufrido bastante presión por parte de los demás, presión que interioricé y se volvía contra mí mismo. Es cierto que, aunque no queramos, los comentarios de los demás nos afectan y nos pueden hacer mucho daño.
Ahora que estoy trabajando, puedo decir que el trabajo me ha servido para gastar energía, conocer personas, vivir conectado a los demás, sentirme incluido dentro de grupos… Los beneficios que otorga el trabajo los considero importantes, no obstante, no soy más valioso que antes por poder hacerlo, sigo siendo el mismo, no considero que el hecho de trabajar afecte a mi valía como persona.