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Por los participantes del Taller de Literatura y Escritura Creativa
Fundación SoyComotu

Sesión V – 25 de Noviembre de 2016

Un negro oscuro, desgastado y profundo sentir es el que ahonda en mi pensamiento, quiebra mi corazón dolorido por el vacío dejado tras de sí. No encuentro palabras para expresar abiertamente mi sentir. Me desborda la ignorancia sobre si este camino elegido es el correcto. Oigo voces que distraen mi atención, abruman mi luz, enturbian el poder de mi decisión. Silencio es lo que pido, ya he escuchado suficiente. ¡Basta! ¿acaso no sentís mi malestar, mi desconcierto? A veces, es preferible emprender el camino con una sola voz que junto a un tumulto ensordecedor. Libertad para empezar a vivir de nuevo mi soledad.

Por Lex Iuris

Un negro oscuro, desgastado y profundo es el color de aquella silla desvencijada por los avatares del destino. Toda una vida de servicio intachable para acabar sus días acarreando las posaderas de un chulo poligonero, indolente hacia su aspecto y presencia.

¡Qué negrura tan lustrosa mostraba el día del estreno! ¡Qué brillo tan deslumbrante! ¡Si incluso llegó a presidir la mesa en la cena de Navidad…! Y ahora ahí está desahuciada entre llantos de nostalgia y la quejumbre por su tela roída. Ahora sólo es madera para arder.

Todos queremos llegar a viejos, y todos negamos que hayamos llegado.

Un negro oscuro, desgastado y profundo aliento despedía por segundos su boca. En su rostro, lágrimas de sudor que al llegar al mentón precipitaban el miedo que había pasado hace un momento. Sus manos, apoyadas sobre sus temblorosas rodillas, apretaban las rótulas para intentar coger un poco de aire. Mientras, su agitado cuerpo desprendía un fuerte vaho en esta fría noche, su corazón se oía latir desde donde yo estaba, a un par de metros de él.

Cuando consiguió ponerse erguido, le miré a la cara y sus ojos lagrimosos hablaban por sí mismos, su mirada podía atravesar cualquier cuerpo pidiendo ayuda. Su estremecido corazón dejó de palpitar, y como una hoja de papel se desvaneció en el suelo.

Por Enrique M.

“Tarde de lluvia”

Un negro oscuro, desgastado y profundo sería impensable sin haber percibido antes la clara y luminosa luz del día.

Sin saberlo, vivía recordando ese momento, a pesar de revolverse en el vacío en el que se encontraba. Abrir de nuevo sus ojos supondría un riesgo imposible de asumir y aletargado el mundo que le envolvía dolía en menor medida.

“Todos los minutos, uno; todos los días, un día”… En eso se estructuraba su vida desde que ella le abandonara. Las horas se sucedían como llovizna imperceptible que te moja sin apenas darte cuenta y, entre tanto, la palabra “Esperanza” se desdibujaba sobre el folio en blanco disuelta entre gotitas impregnadas de húmeda tristeza.

Por Mikel Q.

Un negro oscuro, desgastado y profundo…,

Era el aspecto que lucían aquellos misteriosos ojos sin memoria,

En el ajado lienzo que descansaba sobre el lecho de su cama.

Aquellas cuencas vacías sin nombre, y sin dueño,

Tenían el aspecto de los malditos, retocados una y otra vez,

Por el artista, hasta perder todo atisbo de humanidad sobre su rostro,

Dando paso al rigor cadavérico, propio de la dimensión de todo lo inerte.

A veces, me sorprendo, mirándolos ensimismado,

Pues su mirada parece traspasarme hasta lo más profundo de mi alma,

Sintiéndolo en el corazón, un borrón de negrura.

Nunca más volveré a traspasar este umbral maldito.

Nunca más miraré ese cuadro endiablado mientras respire.

Y por si acaso, los hados me confinan en una próxima existencia

De nuevo a habitar estas horribles y apáticas estancias,

En una cruel cadena eterna, me fundiré en el océano del tiempo,

Para regurgitar las olas misteriosas del futuro que se

Arrastrarán inexorablemente hasta la orilla luminosa que me espera,

Más allá de la memoria siquiera del Universo.

Por Mercedes G.

Un negro oscuro, desgastado y profundo es el ambiente en el que descansará para la eternidad ese sacamantecas adorado por los que se creen moralmente superiores y que muestran una fascinante fascinación por los actos que a otros les estaría vedado cometer.

Debemos mostrarnos receptivos ante tal disonancia cognitiva y celebrar con fruición el siniestro homenaje. “Y cuidadín con rechistar que te arreo”, que diría cualquier acólito a la bondad, extasiado ante tanto simbolismo cegador.

Ya sabemos que el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones. El año de la post-verdad no podía haber tenido un mejor final de fiesta.

“Recuerdos de mi infancia”

Un negro oscuro, desgastado y profundo; ése era exactamente el color de las amplias galerías del caserón donde disfrutábamos durante los meses de verano, mi familia y yo, en un pequeño pueblo escondido, entre sombras de álamos, en un valle en medio de las calurosas planicies de Castilla.

Las noches eran más densas que cualquier noche que yo recordara y las paredes gruesas como las presas de un pantano. Dentro de ellas mi imaginación de niño volaba entre vigas y susurros, entre kilos de polvo acumulados en telas de araña olvidadas y la llama de velas apagadas.

¡Ha sido esta corriente de aire frío de Noviembre la que me ha traído el recuerdo de una infancia que hoy, más que nunca, la siento presente!.

Por Mikel Q.