Un Lienzo de sueños
“La Cita”
Por voluntario de la Fundación SoyComotu
“…La sala, espaciosa y un tanto desangelada, está dividida en dos partes. La más inmediata a mí está ocupada por bancos donde se agolpan unas cuantas señoritas.
Por turno, guardándose la vez, van pasando sucesivamente al fondo. No hay nada que diferencie una parte de la otra como un tabique o un pequeño mostrador. Sólo una enorme mesa. Una silla, situada en la cabecera de aquella, es el único mobiliario con que cuenta y, frente a ésta, de pie, un hombre. Es de mediana edad, con perilla y una americana. Sus ropas son de vivos colores.
No ha pasado mucho tiempo desde mi llegada cuando el director del acto, con un gesto de su dedo índice, indica a la siguiente muchacha que avance. Morenita, de pelo corto y cara de muñeca, lleva un fino jersey turquesa. Se dirige con cierta timidez hacia la silla. El hombre la invita a sentarse y ésta lo hace aún con cierto titubeo. Se miran y él, con su cara seria y un tanto inexpresiva, adelanta su brazo derecho y mostrándole la palma de su mano hacia arriba la invita a comenzar. Realizado el gesto vuelve a colocar ambos brazos tras él, agarrándose sus manos. La mira atentamente a los ojos y la muchacha comienza a hablar. De vez en cuando él asiente con regularidad a la par que la escucha.
En breve, la señorita se muestra relajada. Es como si mantuviera una conversación distendida con alguien que conociera de toda la vida. Gesticula, sonríe y a ratos suelta alguna carcajada.
No recuerdo que el hombre le contestara nada. Simplemente permanece atento a todo lo que ella le dice con la máxima atención.
La muchacha termina y se levanta. Parece agradecida, como si él le hubiera dado la solución a sus problemas. Ella le extiende la mano y le da dos besos. Él, con un gesto impasible, le entrega un ramo de flores que no sé de donde lo saca. La muchacha abre los ojos sorprendida y con una gran sonrisa lo coge entre sus manos. Sin mediar ningún otro gesto, tal cual, se gira y comienza a marcharse. Va tan radiante como una novia.
Cuando está aproximadamente a la altura de los bancos, el hombre vuelve a levantar su dedo índice y la que sigue se levanta, se pone recta (quizá para darse confianza) y comienza a andar hacia la silla. Es castaña, y con un hermoso pelo largo y lacio que contrasta con el suéter que lleva puesto, de un amarillo chillón. Al llegar frente a él se repite la situación anterior; él la invita a sentarse y tras realizar el mismo gesto de la palma hacia arriba la joven comienza a comunicarse.
Observo que a mi derecha hay sentada una chica rubia y de aspecto simpático. Me mira y quizá porque percibe la extrañeza en mi cara me suelta: ¡Sabe escuchar tan bien! ¿Acaso no es un encanto? …”.
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