Por Mikel Quetglas, Experto en primera persona
Fundación SoyComotu
En octubre de 2017 tuve la suerte de acompañar a Mª Nieves Martínez-Hidalgo, doctora en psicología y presidenta de la Fundación SoyComotu , en su intervención como docente en el Máster en Psicología de la Intervención Social de la Universidad de Murcia, en calidad de Experto en Primera Persona. El objetivo de mi intervención consistía en compartir con el alumnado de dicho Máster cómo había influido el estigma social en la evolución de mis problemas de salud mental. Mi participación transcurrió de la siguiente manera:
MÁSTER EN PSICOLOGÍA DE LA INTERVENCIÓN SOCIAL “INTERVENCIÓN PSICOSOCIAL EN MENORES Y JÓVENES” Facultad de Psicología. Universidad de Murcia.
Buenas tardes,
En primer lugar, quiero agradecer a Pilar Martín Chaparro, profesora de la Universidad de Murcia su deferencia al invitarme a participar como docente en esta clase. También agradecer a Mª Nieves Martínez Hidalgo, la confianza que viene depositando en mí como voluntario y experto en primera persona desde el año 2013, fecha en que la Fundación SoyComotu comenzó a dar sus primeros pasos en el ámbito de la lucha contra el estigma asociado a los problemas de salud mental.
Esta tarde intentaré hablaros del estigma sufrido por haber sido categorizado con una etiqueta diagnóstica en salud mental y como una persona rara o diferente.
Comenzaré describiendo mi problema de salud mental como una negativa original, fija y obsesiva a relacionarme con los demás y en un rechazo pleno al fracaso, muy probablemente potenciados a raíz del abandono que sufrí en mis primeros meses de vida y el desarrollo de un fuerte sentimiento de desapego posterior. Nunca me sentí seguro en mi entorno familiar. Una separación prematura de mis padres hizo que mi estado de alerta se activara y permaneciera atento a cualquier variación o posibilidad de cambio en mi entorno. mis padres me abandonaron, cuando decidieron continuar con sus estudios en Salamanca dejándome al cuidado de mi abuela materna en San Sebastián.
La ansiedad de volver a sufrir un abandono ha formado parte de mi vida desde la niñez. A esto se le suma, siendo aún un niño, los problemas de pareja de mis padres y nuestras visitas a psicólogos y practicantes de toda clase de terapias alternativas que auguraran una mejora en el ambiente familiar:
Una de las primeras veces en que soy consciente del estigma: Íbamos a psicólogos de fuera de la ciudad nos íbamos a Bilbao, a 130 km de San Sebastián. ¡Eran cerca de dos horas de viaje para evitar que alguien nos viera pidiendo ayuda!
En mi casa mis opiniones e intervenciones nunca llegaron a ser bien aceptadas: Demasiado inquieto, participativo, curioso, decían; con mucha necesidad de destacar y muy demandante de cariño y atención; llegué a la conclusión de que mi presencia y compañía sería incómoda en cualquier lugar que estuviera. Decidí dejar de intentar relacionarme e intentarlo fuera del núcleo familiar: o salía con mis padres o me quedaba encerrado en mi habitación.
“Si mis padres no me aceptaban… ¿quién podría aceptarme allí afuera?
Tras algún pequeño amago de acercarme a algún grupo siempre percibía el riesgo del rechazo: me proyectaba como alguien problemático y raro y aprovechaba cualquier gesto o respuesta incómoda para salir del grupo y resguardarme en mi soledad Aislamiento, soledad. Desatendí mi progresión personal y el descubrimiento de la vocación. Me dejé llevar por la comodidad, cursé unos estudios, los de farmacia, que en nada me satisfacían, y la vida me pasó por encima como una inmensa ola que arremete con fuerza contra la orilla.
Otra consecuencia del estigma sigue vigente en mi: el miedo al rechazo por ser etiquetado como diferente: Después de años de tratamiento psicológico y de haber compartido en varias ocasiones y delante de muchas personas que presento un problema de salud mental he de admitir que me sigue causando mucho dolor y miedo compartirlo con personas de mi entorno más cercano. Hace pocos días pude constatarlo en una conversación con el camarero de la cafetería donde desayuno a diario, a quien conozco hace muchos años y con quien no había sido aún capaz de hablar sobre mi colaboración como voluntario en la Fundación SoyComotu por miedo a tener que descubrirme como una persona con problemas de salud mental
Siempre me he escudado detrás de una sentencia que está en el imaginario colectivo y que considero tremendamente equivocada: “¡A ti no se te nota nada!”. A veces me pregunto en qué esperamos o en qué esperan que se nos note.
En el Programa Educativo Soycomotu®, en el cual participo como Monitor, si la clase es receptiva, solemos compartir con el alumnado nuestro testimonio personal como persona con problemas de salud mental. Pues bien, el otro día me decidí a compartir el diagnóstico de mi problema de salud mental: sufro un Trastorno Límite de la Personalidad. La experiencia fue algo incómoda pero positiva. Se hizo un profundo silencio en la clase por lo inesperado del testimonio pero la tensión se relajó cuando expresé que aún padeciendo dicho problema de salud mental había logrado terminar una carrera, la de farmacéutico, tener un trabajo propio y formar parte del Grupo de Voluntarios de la Fundación SoyComotu , entre otras cosas. Sentí vergüenza y miedo al compartirlo con ellos pero intuí que era una experiencia necesaria y educativa.
A día de hoy, mi esperanza está puesta en:
- Recuperar el afecto y la piedad hacia el otro.
- Reencontrarme con mis valores personales: Generosidad, Empatía, Comunicación, Cuidado, Respeto; y practicarlos.
- Profundizar en mi faceta artística, descubierta a raíz de la formación recibida como miembro del equipo de “Mucho + que Voluntarios” de la Fundación SoyComotu .
- Y, por último, como voluntario, hacer de mi vida un ejemplo de superación. A través de charlas y coloquios y en mi día a día.
Pienso que en la lucha para erradicar el estigma que sufrimos las personas con problemas de salud mental es imprescindible la transformación individual y la implicación y participación activa en nuestra comunidad.

2 Comments
María Jesús
Mikel me has emocionado, ayudado y dado ánimo.
Gracias por ser valiente, gracias por tu labor y gracias por poder contar contigo.
M. J.
Miguel Angel Quetglas Sanchez
Querida María Jesús, me alegro mucho de que mi testimonio te haya podido ayudar y trasmitirte ánimo. Sé que tengo un PSM y también sé que quiero recuperarme y que necesito vuestro apoyo para poder lograrlo. Muchas gracias por estar ahí, por acompañarme y por escucharme. Un beso grande