Por Ana Isabel Montalbán, psicóloga y activista en Fundación SOYCOMOTÚ
Los Estados Miembros de la UNESCO han declarado el primer jueves de noviembre como el Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar, incluido el ciberacoso, reconociendo que la violencia en las escuelas, en todas sus formas, constituye una violación de los derechos a la educación, la salud y el bienestar de los niños, niñas y adolescentes. Desde Fundación SOYCOMOTÚ, queremos sensibilizar y aportar información sobre las graves consecuencias de este tipo de violencia que no sólo se quedan en la infancia o en la adolescencia, sino que adentran en la adultez.
Las consecuencias del bullying (acoso y violencia escolar) que persisten o se manifiestan cuando la persona crece y se convierte en adulta pueden ser profundas y duraderas. Incluso si el acoso ocurrió años atrás, su impacto puede seguir afectando la salud mental, emocional, física y social de la persona adulta.
Antes de adentrarnos en estas consecuencias, resulta necesario definir qué entendemos por bullying. Se trata de una forma de violencia o acoso intencional, repetitiva y sostenida en el tiempo, donde una persona o grupo ejerce poder sobre otra con el objetivo de causarle daño físico, psicológico, social o emocional. Esta violencia se da en los contextos escolares y en otros entornos como el digital (ciberbullying/ciberacoso). Sus consecuencias son graves para la salud mental y emocional de la víctima, tales como ansiedad, depresión, baja autoestima o ideas autolesivas y pensamientos suicidas.
Las principales consecuencias a largo plazo del bullying en la vida adulta son:
- Consecuencias psicológicas y emocionales como ansiedad social o generalizada, depresión o distimia crónica, baja autoestima persistente, culpabilidad o vergüenza excesiva, miedo a ser juzgado o rechazado o dificultad para confiar en otros, inseguridad y falta de confianza.
- El desarrollo de una “voz interior crítica” que acompaña a la persona toda su vida.
- Problemas de salud mental. Los más comunes serían:
- Trastorno de estrés postraumático (TEPT): donde se pueden experimentar flashbacks, hipervigilancia y reacciones emocionales intensas.
- Trastorno de personalidad evitativa: con la necesidad de evitar relaciones por miedo a la crítica o la humillación.
- Trastorno de ansiedad social, con miedo a la exposición pública o ante sus iguales
- Ideación suicida o autolesiones, especialmente si no se ha tratado el trauma
- Conductas de afrontamiento poco saludables, como adicciones a sustancias, alimentos, compras o redes sociales como forma de escape, una autocrítica destructiva, autolesiones y/o perfeccionismo extremo. También se puede producir una negación o minimización del dolor vivido hasta que se acaba manifestando más adelante.

Muchos adultos que fueron acosados de niños siguen en una permanente lucha con la idea de que no son suficientes, no valen o nadie los va a querer. Otras consecuencias del acoso y violencia escolar que se adentran en la adultez son:
Las relaciones interpersonales disfuncionales: una dificultad para establecer vínculos sanos por temor al abandono, dependencia emocional o tendencia al aislamiento. También se puede caer en relaciones abusivas, donde algunas personas repiten el patrón, aceptando maltrato por creer que eso es lo normal o lo que ellos merecen.
El impacto en la vida profesional: pueden evitar asumir retos o liderazgo por miedo al fracaso o al juicio, mostrar inseguridad en entrevistas o presentaciones, una tendencia a ser pasivo en ambientes laborales para evitar conflictos o ser el centro de atención, etc. Asimismo, se puede dar el síndrome del impostor, que conlleva un sentimiento de incapacidad y una sensación de no merecer el éxito aunque este sea merecido, unido al miedo de que los demás “descubran” que en realidad no se es tan competente como parece.
Aunque el impacto del bullying puede ser duradero, no es irreversible. Salvo en el caso de aquellas personas que, presas de la soledad y del dolor, acaban muriendo por suicidio. El primer paso es reconocer que el dolor tiene una raíz válida y que merece ser atendido. En estos casos, la psicoterapia puede ayudar a reconstruir la autoestima, superar el trauma, aprender a establecer límites sanos y mejorar la confianza personal y en las relaciones.

