El propósito de esta conferencia, que se retransmitió en directo, es el de sensibilizar acerca de la importancia de contar con espacios públicos, no-sanitarios y seguros que faciliten la inclusión y participación social de las personas con discapacidad psíquica.
El siglo XXI ya se configuraba antes de la pandemia como un escenario de cambio y de transformaciones importantes en el ámbito de las relaciones entre la ciudad y la ciudadanía. A día de hoy, las ciudades se encuentran en la primera línea de la lucha contra la COVID-19 y sus efectos. Esta crisis sanitaria amenaza ciudades y comunidades y pone en peligro no sólo la salud pública, sino también la economía y el tejido social. Nos encontramos ante nuevos retos que afectan de forma transversal a los distintos ámbitos de la ciudad, y en consecuencia se debe dar respuesta desde un prisma integral e innovador.
Rescatamos algunos de los textos que se fueron exponiendo a lo largo de la conferencia:
“Necesitamos ciudades humanizadas, ciudades cuidadoras, ciudades amigables que faciliten la inclusión y participación social de las personas que pertenecen a colectivos vulnerables como las personas con diversidad en salud mental que por el solo hecho de haber recibido un diagnóstico han sido etiquetadas, estigmatizadas y arrojadas por su condición a una posición que conlleva una alta probabilidad de sufrir la exclusión social, la reclusión en cárceles, la pobreza extrema y/o el suicidio”
“Necesitamos potenciar la construcción de ciudades inclusivas cuyo diseño facilite el pleno ejercicio de los derechos de toda la ciudadanía: son ciudades con el objetivo firme de eliminar todas las barreras que impiden el acceso a la participación social, que buscan la calidad de vida y la excelencia en sus infraestructuras, servicios públicos y sostenibilidad, entre otros ámbitos; es decir, son ciudades pensadas por y para las personas. Sin embargo, en numerosas ocasiones, a la hora de esbozar espacios urbanos nos olvidamos de las barreras psicosociales. No todo es arquitectura, no todo termina en la creación de espacios físicos y urbes habitables, en diseñar edificios diáfanos, prácticos o luminosos para atender, por ejemplo, a personas con problemas de salud mental en el centro de la ciudad. Con este tipo de actuaciones, se continua utilizando un modelo estigmatizante y, por ende, excluyente, ya que se aísla a las personas con problemas de salud mental en un espacio concreto y exclusivo para ellas”
“Los centros de salud mental parten de un modelo de inversión pública integradora, pero no inclusiva. Creo que se comprende la diferencia. Es integradora porque las personas con problemas de salud mental ya no tienen que desplazarse hacia los márgenes de la ciudad para ser atendidos. Ahora tienen acceso a la sanidad pública dentro de la propia ciudad. Sin embargo, la atención a la salud mental solo ha sido integrada, ya que continúa siendo un espacio segregado, aislado de los centros de atención a la salud física. Las personas con diversidad mental continúan siendo fácilmente identificables y etiquetables, hecho que genera un estrés y un sufrimiento que se suma como un peso o lastre añadido al de la sintomalogía ya existente.”
“Un modelo realmente inclusivo consistiría en ubicar las consultas de psicología y de psiquiatría en centros de atención primaria y en centros de especialidades médicas. Consistiría en facilitar el contacto social y que, en una misma sala de espera, pudieran encontrarse personas con problemas cardíacos, dermatológicos o digestivos con personas que tienen problemas de salud mental. De este modo, la ciudadanía iría normalizando la salud mental y tomando conciencia de que la salud mental también es salud, no un tabú del que no se puede hablar o una enfermedad que transforma en peligrosas a las personas que la padecen. Es importante hablar sobre salud mental con naturalidad, sin complejos, ni prejuicios.
Hace unas décadas nadie hablaba del cáncer, sin embargo, en la actualidad, la sociedad general conoce la mayor parte de los tipos de cáncer, los diferentes tratamientos que existen y los métodos de prevención primaria y secundaria. Este dominio de la materia respecto a los diferentes problemas de salud mental, su prevención y las diferentes modalidades de terapias avaladas científicamente no existe en gran parte de la ciudadanía. Y sería altamente beneficioso para todos e incluso supondría una menor carga económica para la sanidad pública.”