¿Por qué esta costumbre de comenzar el año con nuevos propósitos?
Las personas necesitamos metas, ilusiones que alimenten el sentido de nuestros días. No se puede vivir sin dirección. Las rutinas dan un marco a nuestra existencia, pero no un significado. El ser humano vive impulsado por la energía procedente de esos nuevos proyectos en los que se embarca y que, ampliando el horizonte, marcan el norte, nos orientan y proporcionan información sobre el lugar hacia donde nos dirigimos, sobre el camino a seguir, también sobre nuestros compañeros de viaje (conocidos y/o desconocidos), nos ceden un espacio y un tiempo en el que “respirar”, alentando “las ganas de vivir”.
Del latín propositum, el propósito es la intención o el ánimo de hacer o dejar de hacer algo. El propósito también es un objetivo, una meta que puede estar relacionada con el desarrollo o cuidado personal, es algo que se quiere conseguir y que requiere de esfuerzo y de ciertos sacrificios.
Siguiendo con la línea de nuestra reflexión deseamos, para este nuevo 2018, el equilibrio de cuatro aspectos esenciales en el funcionamiento de la persona, a saber:
- Identidad.
- Que la persona tenga una conciencia permanente de un yo único conocedor de sus límites y roles apropiados.
- Con una autoestima positiva, uniforme y autorregulada.
- Capaz de hacer autoevaluaciones precisas.
- En definitiva, una persona capaz de sufrir, tolerar y regular la completa gama de emociones que nos depara la vida y las circunstancias en las que nos encontremos.
- Autodirección.
- Que la persona establezca y aspire a metas basadas en una evaluación realista y razonable de sus capacidades personales.
- Que su comportamiento logre satisfacerle en múltiples esferas.
- Y que pueda reflexionar y obtener un significado constructivo de su experiencia interna.
- Empatía.
- Que la persona sea capaz de comprender con precisión las experiencias y motivaciones de los demás en la mayoría de las situaciones.
- Que comprenda y aprecie los puntos de vista de los demás incluso cuando está en desacuerdo.
- Y por supuesto, que sea consciente del efecto de las propias acciones sobre los demás.
- Intimidad.
- En último lugar, que la persona sea capaz de mantener múltiples relaciones satisfactorias y duraderas con su entorno personal y social.
- Desee y participe en una serie de relaciones cercanas, recíprocas y de apoyo mutuo.
- Se esfuerce en cooperar y en obtener beneficios mutuos y respondiendo de manera flexible a la variedad de ideas, emociones y comportamientos de los demás.
Conclusión:
Alcanzar cada uno de estos cuatro propósitos puede facilitar:
- Una mayor estabilidad emocional
- Mostrar un afecto más positivo
- Disminuir la ansiedad y mostrar menos excentricidad, sumisión y hostilidad ante las circunstancias personales
- Ser más perseverante en las tareas de la vida
- Alejarnos de estados depresivos y desconfiados o suspicaces
- Intentar superar y cambiar las conductas evitativas y las manipuladoras, por comportamientos más constructivos.
Alcanzar cada uno de estos cuatro propósitos nos puede aportar:
- Una mayor amabilidad frente a la vida y hacia los otros
- Más autenticidad, humildad, preocupación por los demás, sensibilidad, serenidad, responsabilidad y concentración en nuestras cosas y en el mundo que no rodea
- Además de una mayor capacidad para asumir los riesgos y retos que nos ofrece la vida.
Decía Klages, gran estudioso alemán de la caracterología, que “sólo comprendemos cuando nos sentimos conmovidos”, y estos cuatro puntos tratados hoy aquí son un resumen de cómo el “mundo interno y el externo se tocan” aportando armonía y paz en nuestras vidas.

