Por Jose Luis Sánchez
Cuando escuchamos o leemos alguna noticia sobre el bullying, nos solemos llevar las manos a la cabeza pensando en el sufrimiento que debe estar soportando ese niño. Pero, ¿alguna vez te has parado a pensar en los adultos que un día fueron ese niño? ¿Alguien piensa o se acuerda de ellos? ¿Somos conscientes de hasta qué punto una víctima de bullying puede cargar con las consecuencias años después o incluso el resto de su vida?
Una tendencia reseñable que solemos encontrar en la sociedad es que se piensa que tras acabarse la situación de bullying, poner medidas correctoras o con el simple hecho del paso del tiempo y crecimiento del niño, la situación estresante para el niño concluye y puede seguir haciendo vida normal. Pero nada más lejos de la realidad. La realidad muestra lo contrario: los efectos negativos se pueden acumular y empeorar con el tiempo. Ya se puso en marcha la maquinaria para desarrollar futuros problemas psicológicos y de salud. Este maltrato escolar no ha hecho más que sentar las bases de un desarrollo que tiende a ser patológico.
Debemos aclarar que cada víctima de acoso escolar es distinta y se desarrollará de forma diferente. Por suerte, muchos de ellos con el tiempo y desarrollo de su personalidad, no tendrán consecuencias para llevar vida normal. Otros, quedarán marcados de por vida, ya sea de una forma leve o dejándoles una impronta bastante importante, donde incluso les será difícil llevar una vida normal. A continuación, vamos a ir detallando cómo se va a ver afectada su salud en la etapa adulta.
Primeramente, destacaremos que la autoestima de estos adultos se va a ver mermada. Desde el momento del acoso, conforme va creciendo, se ve alterada la propia estima, el cómo se trata y se ve. Lo que en la infancia fue un maltrato, le hace verse inferior a los demás. En su personalidad va a destacar el miedo y la inseguridad. Esto le lleva a convertir esta percepción en un patrón de comportamiento. Es decir, normaliza verse inferior a los demás. No pone en duda que su valía sea menor al resto. Lo da por hecho: ¡vale menos que los demás! Por otro lado, vemos sentimientos de indefensión. Sienten que no les apoyan, que no encuentran un aliado en su entorno. Se ven solos y desprotegidos. Por ello, tienden a intentar pasar desapercibidos.
Otra secuela emocional importante sería la tendencia depresiva o una depresión cronificada. El estado de ánimo en la adultez se ve afectado y tiende a ser su estado habitual con sentimientos de tristeza, ira, y/o frustración, lo que les interfiere en su vida diaria. Así mismo encontramos mayor predisposición a sufrir episodios de ansiedad. Cualquier situación que conlleve un contacto social y/o una exposición ante la gente les puede alterar y llevarlos a una situación de alarma. Se sienten en peligro. Piensan que no están a salvo, con la consiguiente activación excesiva de la mente y el cuerpo. Hasta que no pasa la situación no se sienten seguros. Incluso, a veces, horas antes u horas después de ese contexto siguen sufriendo las consecuencias de la ansiedad. Cuando esta ansiedad es tan excesiva y limitante, puede desencadenar ansiedad social o fobia social. Esto es cuando la persona se siente tan insegura que teme todo contacto con la gente. Piensa que todos lo van a juzgar en el mejor de los casos, o incluso a hacer daño física o psicológicamente. Esto ocurre cuando la ansiedad y el miedo a la gente es extrema.
Hay situaciones que les provocan tal estrés, que les pueden llevar a sufrir ataques de pánico. Incluso, pueden llegar a verse tan indefensos en cualquier situación y embargarles tal sensación de peligro inminente que pueden padecer hasta de agorafobia.
Mención importante merece la tendencia suicida. Muchos adultos, no son capaces de soportar el dolor sufrido y sienten que no les merece la pena vivir. Como mínimo piensan en el suicidio, y muchos casos lo intentan y/o consuman desgraciadamente.
Al ser tan diferentes unas personas de otras, encontramos distintas respuestas ante estas situaciones. Algunos desarrollan sentimientos de hostilidad, de ira y rabia hacia los demás. Sienten odio hacia el ser humano. Pueden tener hasta incluso conductas violentas. Y un caso extremo sería la misantropía: desarrollan una actitud social y psicológica caracterizada por la aversión general a las personas.
A nivel corporal, su salud también se ve mermada. Vemos como su percepción al dolor es mayor. Es decir, les afecta más el dolor, y tienen hasta una mayor respuesta corporal de inflamación. Además, encontramos mayor predisposición a desarrollar otras enfermedades.
En última instancia incluimos las consecuencias psicosociales. Pueden desarrollar trastornos de alimentación, problemas de tabaquismo, y consumo de alcohol. Derivados de ellos se podrían dar enfermedades cardíacas, problemas de presión arterial, o cáncer, por este estilo de vida que llevan. Si se hubiera dado el caso que no pueden continuar los estudios, les va a repercutir a la hora de tener un trabajo y poder ser independientes. Y como última consecuencia, se pueden ver sin hogar.
Queda claro, que las consecuencias del bullying pueden ser bastante graves. Van a dejar marca en las víctimas: una marca psicológica, en su salud y/o social.
Esperamos que este número de la revista “Puentes” haga consciente a mucha gente sobre la gravedad de este asunto y se le dé la importancia que merece. Confiamos en que la tendencia de la sociedad sea la mejora; aunque para ello aún falta mucho camino por recorrer y mucho trabajo que realizar, en especial, en cuanto a la prevención del bullying.