Por Carmen Hernández, activista en salud mental
Un día María se encontró derrotada por la vida, tenía problemas de salud mental frecuentes, se sentía floja, sin futuro, no sabía relacionarse y tuvo grandes malestares. María no veía estabilidad y temía que su futuro fuera siempre así… así que intento suicidarse sin éxito. Con frecuencia pensaba que si el suicidio no había solucionado su sufrimiento, de alguna manera tenía que encontrar una solución para aliviar su dolor. No obstante y a pesar de que no se sentía sola, no lograba ver final a su padecimiento y a sus ideas de quitarse la vida.
Sin embargo, un día empezó a cambiar, a darse cuenta, poco a poco, de que si que tenía un problema, mas de que no todos los días eran iguales; el malestar existía, pero con el tiempo era menos frecuente. Aprendió de sí misma y cambió el foco de atención hacia uno más positivo. Comenzó a ver lo bueno que tenía en su vida, las pequeñas cosas del día a día y recuperó en gran parte el entusiasmo. María comprendió que, aunque los problemas siguieran, ella debía convivir y ser fuerte.
María era diferente y tenía limitaciones, pero también tenía el mismo derecho a vivir, y esto es lo que comprendió María: su vida tenía valor y era importante.
Lo que quiero transmitir a una persona que tenga ideas suicidas o no, es que puede haber momentos de debilidad en la vida, pero también hay momentos, gestos, detalles que nos alegran la vida.
Hay que tener un pensamiento muy firme de que nuestra vida es importante. Levantarse después de un intento de suicidio es duro y mantener esos pensamientos fuera también lo es. Sin embargo, no pasa nada por volver a empezar, es una oportunidad para conocer, experimentar, aprender y evolucionar. En esta vida no hay que tener prisa por irse, pensar en todo lo bueno que hay por descubrir…
Aunque en el camino hay sufrimiento, también hay vida por la que seguir el camino.